La Caverna

-¿Crees que los que están así han visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos? -¿Cómo, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las cabezas?

jueves, junio 15, 2006

Un camino de rosas (II)

Era un verano de los ochenta y el sol quemaba nuestra piel mientras jugábamos en la playa mi prima y yo. No recuerdo el motivo, pero si recuerdo que llene mi puño de la finísima arena del mediterráneo y se la arroje a la cara.
No sé si fue lo doloroso de unos ojos llenos de arena o la dignidad infantil pero mi prima tan solo unos días mayor que yo me retiró la palabra y se negó a volver a jugar conmigo.
El caluroso verano acostumbrado a pasarlo inseparable con mi prima y su complicidad se estaba convirtiendo en hastío más que estío por cuanto me aburría en mi soledad merecida.
En un intento desesperado por solucionar el tema busqué la ayuda de mi madre y le pedí que hablara con mi prima, que le pidiese que volviera a hablarme, que le obligase a jugar conmigo.
Mi madre, con rostro serio como pocas veces la he visto me dijo:
-Si has hecho algo mal y quieres que te perdonen, lo primero que debes hacer es pedir perdón.

Ocho años contaba cuando aprendí a pedir perdón, ocho años cuando aprendí lo reconfortante que es pedir perdón y lo gratificante que es sentirte perdonado.
Txapote y Gallastegi no han pedido perdón, dudo que sepan el significado de la palabra, dudo que sus furcias mentes sean capaces de articular cualquier pensamiento distinto a la más apestosa mierda. Y viéndolos me vienen a la mente palabras como negociación, talante o generosidad. Lo único que negociaría con malnacidos como ellos es la celda en la que quieren pudrirse.